Es martes y ya es de noche. Estoy escuchando una canción de Celer llamada «The Carved God is Gone; Waking Above the Pileus Clouds» (así son todos los títulos de los temas de ambient).1 La cubierta del disco me gusta mucho –imagino que es una foto de Japón, donde vive Will Long, integrante de Celer– y me hace desear estar lejos, tranquila y sola. Después de varias semanas enferma, es normal. Después de haber estado todo un fin de semana enferma y trabajando en un festival de cómic, es supernormal.
No es la primera vez que trabajo de cara al público. Durante varios años, compaginé los estudios con un curro de mierda en una franquicia de comida llamada Nostrum. Con el paso del tiempo, ha habido momentos en los que he llegado a pensar que no estaba tan mal (estaba fatal), que entre croqueta y croqueta que me comía a escondidas (aunque las contaban para evitar que me las comiera), leía tochos como Ana Karenina y después de mi turno todavía tenía fuerzas para salir con mis amigas. Además, me gustaba atender, hablar con la gente y verles la cara cuando les decía que sí, que tenía su plato favorito (todos parecían haber sido regurgitados por un gato, el ser humano puede comer cualquier cosa en realidad).2 Pero ¿vender movidas en las que has estado trabajando durante meses y en las que has puesto todo tu cariño, ilusión y energía?3 Eso es otro rollo que no le recomiendo ni a Susana, la contadora de croquetas que tenía por jefa en el Nostrum. Porque las ventas son algo así como los likes en las redes sociales, una herramienta cruel de validación, tanto vendes, tanto vales, etc. Se acerca alguien a la mesa, coge el cómic, el fanzine, lo suelta de cualquier forma y tú vuelves a sentarte mientras sonríes y te das cuenta de que llevas mucho rato con el gesto petrificado. Es algo que me hace sentir mal; en los días posteriores siempre estoy abatida, pero aun así, ahora que ya es de noche, veré una película y estoy segura de que disociaré un momento pensando en el próximo fanzine, en el próximo festival, en la próxima novedad, en los likes de esto y aquello y en el dinero que ni siquiera es para mí.


Abrazos, espérame hasta la semana que viene cuando esté mejor,
Alba G. Mora.
Una vez salí con un tío que era como ese título.
Creo que es por eso que me gusta tanto el juego de La Camarera de Minijuegos.com. Lo mencioné también en Gárgola digital cuando Ainhoa me invitó a participar.
La movida en cuestión es un cómic precioso de la artista italiana Martina Sarritzu.
Hi ha gent que tracta els llibres que un fa durant mesos... aish. Una de les joies del Graf, el còmic de la Sarritzu. Gràcies a Celer arribo a Hirotaka Shirotsubaki. Ja em quedo tranquil.
Que guay Celer, que descubrimiento 🫶 Es la música que me pedia el cuerpo un día como hoy.