La semana pasada vi Der Fan, o Blood Groupie, por primera vez. Es una peli alemana de terror de los ochenta que cuenta la historia de Simone, una adolescente obsesionada con R, el cantante de moda. Le escribe cartas larguísimas que se quedan sin respuesta –Simone, te habría encantado Substack– y acampa en la puerta del Correos alemán llegando a sospechar que son los propios trabajadores los que quieren frustrar esa relación no entregando las cartas al cantante. Es en ese momento cuando Simone decide hacer autoestop hasta Múnich, donde por fin conoce a R en persona y este le lleva a un apartamento. Se acuestan y R empieza a vestirse con la intención de marcharse. Ella intenta impedírselo varias veces y termina matándole. Simone volverá a casa con el pelo rapado y seguirá escribiéndole cartas a R, que ahora forma parte de ella (porque se lo ha comido <3).
Der fan es un ejemplo perfecto, o uno que me viene muy bien a mí, para volver a algo que afirmó Stephen King en Mientras escribo. King, al que admiro muchísimo aunque tenga un gusto realmente pésimo,1 dice: «[…] en el fondo todas las novelas son cartas a una persona. […] Creo que todos los novelistas tienen un lector ideal, y que el escritor, en varios momentos de la redacción de una historia, se pregunta: “¿Qué pensará cuando lea esta parte?”»2 Es evidente que el lector ideal de Simone es R, y algo que me gustó mucho de la peli es que las acciones de la protagonista siempre están propulsadas por esa pregunta. De hecho, su obsesión se intensifica al no recibir respuesta y una vez asesinado R, necesita seguir escribiéndole; su relación va más allá de lo físico. Esto que rescato del libro de King, puede resultar obvio, pero a veces nos olvidamos de que tener claro a quién va destinada una carta, un relato, una película, puede servirnos para dar con el tono adecuado y dejar de lado esas cosas que no aportan nada a lo que estamos haciendo.
En la segunda newsletter que envié, conté que estaba escribiendo una novela y que la protagonista había ido cambiando a lo largo de los años, también su historia. Pero me olvidé mencionar que había sido así, en parte, porque cada versión había tenido un lector ideal diferente que nunca disfrutaría con lo que escribo, por mucho que me esforzara en complacerle. Me empeñaba en ser algo que no era, como cuando voy a casa de mi madre, me visto con la ropa que sé que le gusta, me maquillo como a ella le gusta y… nunca es suficiente. El resultado final era extraño, no me lo pasaba bien escribiendo. Por suerte, cuando me deshice de ese lector ideal no ideal (ha costado como cuatro años), la cosa fue muchísimo más rodada. Ahora, la persona a la que le estoy escribiendo esta larga carta en forma de novela es alguien que me entiende, que se emociona con lo que yo me emociono y que tiene una sensibilidad con la que me identifico. Es alguien a quien sin duda le fliparía Der Fan.
Otro buen ejemplo de lo que intento explicar lo encontré el domingo de la semana pasada en Xcèntric, donde proyectaron Du verbe aimer de Mary Jiménez, y Andrea 1973 de Narcisa Hirsch. Aunque sean películas diferentes en su forma, la premisa de ambas es casi la misma: son cartas dirigidas a personas muy queridas por las directoras. Jiménez escribe a su madre ya fallecida, Hirsch a su hija, a la que le regala la película por su 21 cumpleaños. Aun así, conecté más con Andrea 1973 precisamente porque queda claro quién es el destinatario final de esa carta sin importar nadie ni nada más. Algo que resulta evidente también por lo que dice Hirsch en la voz en off: «Quería estar con vos a solas a través de esto». Y eso es justo lo que busco siempre que escribo, estar a solas con mi lector ideal.
P.D.: Antes de irme, dejo por aquí una foto de una lectora ideal, Cookie Mueller, que el pasado 2 de marzo habría cumplido 76 años.
Siempre tuya,
Alba G. Mora.
Solía ver las películas que recomendaba, hasta que dejé de hacerlo. Ahora cada vez que una peli viene acompañada de una frase promocional suya, salgo corriendo en el sentido contrario.
La traducción es de Jofre Homedes Beutnagel.
Me encantó tu texto! Me gusta esto que trae King pero pensándolo diegética y extradiegeticamente, como que a veces ese lector ideal es parte de esa ficción (la hija, la madre) y otras veces es homologable al espectador ideal. Supongo que en el cine más comercial pasa más lo segundo
Cookie❤️❤️❤️❤️