La semana pasada estuve muy nerviosa. Me gasté parte de mis humildes ahorros en imprimir un fanzine y tenía miedo de que no quedara bien y, por lo tanto, no pudiera ponerlo a la venta. También pensé en que me había pasado con la tirada y que me iba a morir de la pena como tuviera que ver cada día 150 ejemplares de algo que nadie quería. Para intentar apartar esos pensamientos y poder continuar con mi vida (aunque cada semana hay algo nuevo y ridículo por lo que preocuparse), volví a ponerme la primera temporada de The Realhousewives of New York City o RHONY (2008). Los pensamientos de fracaso y ruina seguían estando ahí, pero se mezclaron con imágenes del Nueva York de los dos miles, de cámaras digitales y flashes, de móviles de colores, páginas web, tarjetas de visita y revistas de moda. Bethenny, Jill, LuAnn, Ramona y Alex, las «housewives» en cuestión, hablan sin tapujos de escalar socialmente, de hacer networking y de sus aspiraciones y sueños, de sus ganas de trascender. Sus matrimonios parecen perfectos, sus hijos son pequeños y algunos de los padres de ellas siguen vivos. No lo recordaba tan interesante porque estoy acostumbrada a los realities, como The Realhousewives of Salt Lake City (mis favoritas) o Below Deck, grabados en los últimos años. Ver esa primera temporada era como ver material de archivo de un canal de noticias o un documental etnográfico.
Así que me es muy difícil no relacionarlo con lo que hacían, o hacen, Ross McElwee, Les Blank, Frederick Wiseman, George Kuchar o John Wilson.1 En el trabajo de esos directores se capturan momentos de sus vidas y de las de sus familias o de la vida de determinadas comunidades, constituyendo así un archivo valiosísimo para las futuras generaciones. Y sí, para mí es igual de interesante un documental sobre la historia del ajo (el Garlic Is as Good as Ten Mothers de Les Blank, 10/10) como la vida insustancial de las RHONY. Hay tanto a analizar en la forma en la que organizan eventos benéficos, compran ropa, se relacionan con sus parejas e hijos o perciben el tiempo. Porque en ese sentido, las RHONY viven como si el Nueva York de 2008 fuese eterno y su estatus y su lugar en la sociedad, inamovible. Y claro, estamos en 2025, el tiempo ha pasado y hay un montón de artículos que se preguntan qué fue de las RHONY, y la respuesta, en la mayoría de casos, siempre es la misma: se han divorciado y sus hijos ahora forman parte de algún tipo de secta new age o cuentan con su propia línea de velas. Aun así, tienen algo que muchos de nosotros no tenemos (aparte de dinero), la posibilidad de poder revisitar fragmentos de su vida, disponible en Prime Video si pagas una suscripción de 5 € por el canal Hayu. Es lo que dijo Heather Gay, una de las integrantes de The Real Housewives of Salt Lake City, en un momento de lucidez, que tenía mucha suerte de participar en un reality como ese porque su vida –editada y alterada para entretener a gente como yo– iba a quedar registrada para siempre y podría ver a sus hijas cuando quisiera.2 Y además de servir como entretenimiento, este tipo de archivo también es un recordatorio de que no hay que preocuparse por cosas que no tendrán importancia a largo plazo. ¿Quién se acuerda ya de la portada que hizo una de las RHONY para una revista que ya no existe? ¿Quién se acuerda de Le Cirque, uno de los restaurantes de moda del momento en NY y que ahora está cerrado? ¿Quién se acuerda de la marca Luca Luca que todas las RHONY vestían? ¿Quién se acuerda del rapero Ne-Yo?

Hoy estás aquí, esperando a que alguien compre tu fanzine, lea tus cosas y mañana… Damn can’t believe Ne-Yo is in his 40s now T_T we’re getting old.

P.S.: Creo que el fanzine ha quedado muy bonito. Dentro de unos años volveré a este momento y pensaré, madre mía, ¿por qué hacía fanzines y no cosas que me dieran dinero?
Thanks for watching!
Alba G. Mora
John Wilson dio una charla en Barcelona el año pasado y dijo que le encantaba Below Deck. Y tiene todo el sentido del mundo que le gusten realities donde se sigue la vida de varias personas durante años (aunque él dijo que le gustaba porque se partía el culo con cómo estaban editados).
Esto me lleva a pensar en To My Father (1973) de Miñuca Villaverde. Una película en la que Villaverde grabó a su padre unos meses antes de que muriera. La proyectaron hace poco en la Filmoteca de Catalunya y entre el público estuvo la propia Miñuca, que después de ver a su padre en pantalla apenas podía hablar (yo estuve llorando durante todo el coloquio). (Otro recordatorio: grabad a la gente a la que queréis.)
Me gusta lo que haces y me encanta conocer a gente con ilusión en hacer cosas. Te sigo porque ojalá se me pegue algo, ojalá
Fanzines, luego dinero, siempre en ese orden.