¡No tengo ni idea!1
Pero he escrito una. Pero sigo sin tener ni idea de cómo. Mientras estaba en ello confiaba en lo que decía David Lynch de que en otra habitación el puzle ya está completo, aunque en tu habitación, las ideas, los fragmentos se van mostrando poco a poco y hay que tener paciencia. A diario pensaba en cómo narices sería el puzle, si tendría cinco piezas o diez mil. Luego murió Lynch, le lloré hasta que mi madre me dijo «ya, ¿no?» y me pregunté si lo del puzle seguiría en pie ahora que él estaba muerto. También me reí mucho con una entrada que Kafka escribió mientras estaba ahí con El proceso: «estoy condenado a esta baja calidad por mis condiciones de vida». ¡Vaya jeta! Yo no he escrito El proceso –por si alguien tenía dudas– pero he escrito estando enferma, triste, agobiada, contenta (es como mejor se escribe, de eso estoy segurísima) y solo durante los fines de semana (entre semana era incapaz porque trabajo). Me he preguntado miles de veces si la novela habría sido otra de haber tenido más tiempo, dinero,2 me he torturado con la idea de que lo que estaba en mi cabeza no estaba en el papel, que no se entendería nada.
Cogía libros al azar y los abría esperando encontrar algo, fui a una tienda de magia a buscar inspiración, me rodeé de muñecos con la esperanza de que me susurraran la clave de todo. Y no ha habido momentos de revelación durante episodios febriles, aunque sí coincidencias, sueños raros y mucha intuición. Cuando terminé de escribirla, no sentí ningún alivio, no lloré desconsoladamente como creía que iba a hacer. Simplemente me bajó la regla y fui al cumpleaños de un amigo. En realidad, todo es menos especial y menos romántico, es un proceso solitario y ridículo (un día escribí un fragmento que me pareció muy bueno [al día siguiente no tanto], mientras lo celebraba, un tío en la calle se tiró un eructo tremendo que se oyó en todo el barrio). La vida seguía ahí fuera, por mucho que para mí estuviera en pausa cambiando un verbo por otro, un sinónimo por otro, leyendo en voz alta hasta quedarme sin voz. Por suerte las piezas del puzle encajaron, la imagen se fue formando poco a poco y yo aprendí a convivir con los fantasmas del texto que fue, del texto que pudo haber sido, del que es y, sobre todo, del que no pudo ser.

Y eso hasta llegar al pasado sábado, cuando me di cuenta de que era la primera vez en mucho tiempo que no tenía que escribir, que peligraba mi carnet de escritora. Así que fui a la estantería y me puse a leer por tercera vez The Shining, el poemario de Dorothea Lasky inspirado en El resplandor. Lasky ha dicho en varias ocasiones que el cine de terror tiene el poder de curar. Es algo con lo que puedo estar de acuerdo, porque también soy de la opinión de que la escritura tiene elementos curativos porque casi siempre trae consigo un aprendizaje. Por ejemplo, yo he aprendido que aunque no tenga ni idea de cómo, puedo escribir una novela. Y quizá tendría que haberlo dicho al principio, pero la novela se llama Cosita,3 como su protagonista, y se publicará el 1 de octubre en Blackie Books.
Te dejo con un intento de traducción de Marriage, uno de los poemas que aparecen en The Shining de Dorothea Lasky. Espero que te guste:
Nos leemos pronto,
Alba G. Mora.
Al principio, el Substack iba a ser solo esa línea, pero no quería pasarme de graciosa ni traicionar la confianza de las personas que no me conocen de nada y que se suscriben a esto. ¡Millones de gracias, intento hacerlo lo mejor posible siempre!
Decía esto Dorothy Parker en una entrevista que también he traducido: «Me gustaría tener dinero. Y me gustaría ser una buena escritora. Las dos cosas pueden ir de la mano, y espero que lo hagan, pero si eso es mucho pedir, preferiría tener dinero. Odio a casi todos los ricos, pero creo que se me daría tan bien serlo.»
Un mes antes de terminar de escribirla, y después de años pensando que alguien publicaría un libro con ese título, en Seix Barral editaron COSITAS, la primera novela de Benoît Coquil que sigue las aventuras, creo, de un hongo. Gracias a una ese no perdí la cabeza. ¡Las palabras vuelven a salvarme!
Enhorabuena, Alba. Y deseando estoy de leer la novela que necesitó que un eructo sísmico desplazara el aire para que tus palabras cupieran en el mundo.
"Cuando terminé de escribirla, no sentí ningún alivio, no lloré desconsoladamente como creía que iba a hacer. Simplemente me bajó la regla y fui al cumpleaños de un amigo." Me hiciste reír 😂